martes, 18 de enero de 2011

¿PURA CASUALIDAD?

Porsche 356


"Mack the knife" Robbie Williams

Me gustan el foxtrot, el swing, y los coches de época. Si es cierto que tenemos varias vidas, sin duda, una de ellas la viví entre los años '20 y '50 Y ¿por qué digo esto? Por lo que explicaré a continuación, para poder comprender la relevancia que le doy a lo que me ha pasado hoy.

Ésa música, tiene "swing" Las notas y los instrumentos que la hacen única, me transportan a un tiempo, en el que, -cómo ahora- un baile podía hacerte olvidar lo malo, lo triste, e incluso lo inevitable. Cuando, la romántica que soy, se suelta el pelo, me gusta imaginarme, con un vestido color champagne, con mucho vuelo, entallado en el torso, y que va ganando soltura a partir de las caderas para elevarse dibujando ondas con cada uno de mis giros. Y me gusta imaginar que bailo un foxtrot (o un slow swing) con un hombre enfundado en un elegante frac a la luz de las estrellas y la luna de una noche de verano. Mientras los metales y los vientos van confiriendo intensidad al baile, y a la vez, impregnan nuestros movimientos de ése romanticismo de aquéllos años.

Y, ¿sobre los coches de época? Con sus originales y redondeadas (o muy cuadradas) formas, sus colores alegres, metalizados o mates, sus guardabarros enormes, las capotas negras, sus asientos en piel blanca, granate....¡todo en ellos es de una personalidad única e irrepetible! Elegancia sobre cuatro ruedas. Las fotos que acompañan este escrito, son los coches que he tenido el placer de ver hoy, todos juntitos y a centímetros de mi, en la exposción privada, que he tenido la suerte de disfrutar en exclusiva con el mejor guía que podía tener.

Jaguar XK 150

Austin Healy


MG TC 1948


Porsche XK 150


Triumph TR3


Por mi trabajo, tengo ocasión de poder hablar con toda clase de personas. Y a veces me cruzo con gente muy especial, auténticos personajes, cuyas vidas parecen sacadas de alguna novela.
Hoy he podido hablar con dos de ésas personas.

La primera de ellas, la hija de un diplomático alemán, que nació en Colombia, y pasó su adolescencia en Chile, y después viajó a Francia, EEUU, Alemania, para, finalmente, afincarse en España porque se casó con un catalán, del que se divorció después de un largo matrimonio triste. Con los años se enamoró de un francés. Estaban hechos el uno para el otro....pero él estaba casado, y ella nunca le pidió que dejara a su mujer. Y mientras me hablaba de su vida, con una sonrisa, y me miraba con sus ojos azules, yo quedaba enamorada de su acento indescifrable, dulce, y con muchísima personalidad.

El segundo MOMENTO del día me lo ha regalado un hombre, del que, por respeto a su intimidad, intentaré dar los mínimos detalles posibles. La conversación se ha iniciado al hacerle yo una pregunta relacionada con mi trabajo. Pero pronto, hemos quedado envueltos en ésa atmósfera "mágica" en la que los dos queríamos salir de lo habitual. Una mirada azul, una sonrisa que vestía sus palabras de amabilidad. Traje, camisa rosa y una corbata negra, con las iniciales del diseñador Ives Saint Laurent en gris marengo. Unas gafas de montura de pasta transparente, ¿o eran al aire? No importa. Sólo matizar, que una vez más, constato que el atractivo lo emanamos de nuestro interior, con nuestra forma de sonreír, de escuchar, de mirar, de hablar....

Parados en mitad de la acera, ha hecho referencia a "sus coches" y yo, que soy peor que todos los gatos del mundo juntos, es decir, MUY curiosa, le he preguntado "¿qué coches tiene usted?" Él se ha dado la vuelta (literlamente) y ha accionado un mando a distancia, a la vez que me decía "ven" Yo, incrédula, he contestado "¿a dónde?" En el edificio que quedaba a nuestras espaldas, había un garaje, cuyo portón se ha ido abriendo lenta y silenciosamente. He bajado la rampa, y he descubierto, atónita, varios coches de época, a cuál más hermoso, impactante, elegante, histórico. Trozos de historia compuesta de chapa verde, gris, azul, blanco, asientos tapizados en piel granate, pneumáticos en llantas estrelladas...
Me ha abierto su refugio, su "rincón" como él lo ha llamado. He querido romper las reglas, y por eso, me adentrado por unos minutos en los años '20, '40, '50 Joyas meticulosamente cuidadas, tratadas con mimo. Restauradas sin reparar en gastos. Y cuyos motores son puestos en funcionamiento a diario. Sólo de imaginarme el sonido...
Al fondo, en un rincón, una mesa pequeña y algo más baja de lo normal. Al preguntarle, me responde que ahí es dónde "trabaja" (su trabajo, su profesión, es otra muy diferente) para él es su hobby, desmontar, montar, limpiar, sacar brillo, juega a que es un mecánico cuyo taller se encuentra en la Barcelona de 1950.

Me mostraba orgulloso, al mismo tiempo que abría la puerta de uno de ellos, y a unos centímetros la soltaba, mientras ambos contemplábamos como acababa de recorrer sola, y por su propio peso, el espacio que la separaba para cerrarse por completo. Y él, añadía que hoy en día "no hacen coches cuyas puertas cierren así" Y tiene razón. Lamentablemente, hay muchas cosas que ya no se hacen como antes, cuando el tiempo se dejaba disfrutar.

Las paredes estaban decoradas con carteles originales, promocionales de carreras, exhibiciones, y otros eventos automovilísticos de principios y medidados del siglo pasado, cubreradiadores de otros coches antiguos, y hasta un extintor original de principios de siglo XIX.

Por verguenza, respeto, decoro...no sé bien por qué, supongo que por no querer abusar del espontaneo gesto generoso, no me he atrevido a pedirle permiso para hacer alguna foto.
Me conformo con haberlo visto, y con haber compartido ése momento de magia, buen rollo, simpatia recíproca. Porque creo que él se ha sentido orgulloso de poder compartir eso, conmigo, hoy. Pues, ha sido mutuo, porque me he sentido orgullosa de que abriera la puerta de ese garage y de seguir sus pasos por esa rampa.

Y me hubiera gustado quedarme más rato allí. Paseando entre esos testigos mudos del tiempo, testimonios que lo único que pueden hacer es lo que hacían 70 años atrás: dejar sin habla al que los contempla, brillar y llenar el espacio con su majestuosidad y su elegancia y, de vez en cuando, dejar sonar sus motores.

Cuando el azar, la pura casualidad, junta a dos personas, en el momento preciso, y buscando lo mismo, en éste caso, algo fuera de la rutina, el resto ocurre por si mismo.

Días cómo hoy, no se viven todos los días.