domingo, 19 de junio de 2011

HAY COSAS QUE SÓLO CABEN EN EL CORAZÓN



OH HAPPY DAY



Hay cosas que sólo caben en el corazón....y son las que importan. 

Después de la triste anterior entrada, es un rayo de esperanza, ver que continúan ocurriendo cosas buenas todos los días.

El 9 de junio, mi hijo fue operado en la Clínica Dexeus de Barcelona, por el Dr. Javier Mayol (cirujano pediátrico) y su GRAN EQUIPO.

La operación era sencilla, nada serio. Pero en el momento en que tu hijo ha de estar en manos de profesionales sanitarios, lo que esperas y deseas, es que sean los mejores. Y nosotros, dimos con ellos.

Cuando fui operada el pasado septiembre en la clínica Quirón, por el Dr. Romero y su gran equipo, también hice un escrito similar.

Dar las gracias no cuesta nada, y quién las recibe....no tiene corazón suficiente para recoger ése agradecimiento. Desgraciadamente, sólo es noticia cuando se cometen errores sanitarios...pero ¿qué ocurre cuándo realizan su trabajo correctamente? Nada. Y ¿cuándo además de ello, lo hacen con amor, dulzura, profesionalidad, con gran humanidad y con una atención exclusiva a cada PERSONA? Tampoco solemos resaltarlo...y es una pena.

Mi niño todavía no tiene los cuatro años y es un poco asustadizo. El primer día que llegamos a la consulta de éste cirujano y Carlota (su impecable, infalible y brutal enfermera...brutal porque es una CRACK) en seguida fuimos conscientes de que estábamos en buenas manos. Pero no teníamos ni idea de que lo mejor, estaba por llegar.

La primera toma de contacto fue con Carlota Trinxet, la enfermera. Seria, amable, suave y muy cariñosa con los niños. El Dr. Mayol, la primera impresión que me causó fue la de un hombre un poco serio y quizá distante. Sin embargo el padre de mi hijo, captó en seguida que éste cirujano, como se dice vulgarmente, "tiene la mano rota" haciendo este tipo de intervenciones. 

Tras el diagnóstico, y la confirmación de que había que operar, estábamos en sus manos. Hemos sido guiados en todo momento por Carlota Trinxet, quien no ha tenido horarios, para hacer el seguimiento pre y post operatorio. Nos entregaron un escrito con instrucciones sobre cómo explicarle a mi hijo lo que iba a ocurrir. Y seguimos las instrucciones lo mejor que pudimos.

El día de la operación, llegamos a la clínica. Nos colocaron en un box, ya que era una cirugía ambulatoria y no requiere habitación. Mi niño estaba un poco nervioso, porque se le había explicado lo que iba a ocurrir. Cuando se presentó la anestesista, la Dra. Hidalgo, vestida de verde, con la mascarilla, mi hijo le dijo "tu no eres Carlota" La pobre, se lo tomó con sentido del humor (muy necesario con los niños) Llegado el momento, vino Carlota (a quién él recordaba del día de la visita, y yo, siguiendo instrucciones, había procurado que no olvidara, al igual que al Dr. Mayol) Me dieron tres jarabes, que le fui dando a mi hijo, uno detrás del otro en jeringuillas vía oral. Luego vino un momento "delicado" la administración de un broncodilatador con mascarilla. Aquí fue dónde más lloró mi niño...Pero uno de los jarabes, hizo efecto a la vez que la mascarilla, y se quedo como "cuando te tomas una copa de cava" (fue el símil que utilizó Carlota)

Acto seguido, Carlota, lo cogió en brazos, y se lo llevó al quirófano, sin llorar!! Mi hijo le preguntó "la mama puede venir?" Y ella, le contestó "claro, mira la mama ahora se va a ésa habitación, se viste de verde y viene con nosotros, ¿vale?" Hasta yo me lo creí!! Y así, se llevó a mi hijo, en un plis plas, sin llorar. Y ahí nos quedamos su padre y yo, con cara circunspecta...

Cuando terminaron, vino el Dr. Mayol, y nos explicó cómo había ido la operación. Aquí, me voy a permitir una licencia: tiene unos ojos verdes, de mirada amable, que pueden hacer que no escuches muy bien lo que te está diciendo ("cuidao") Bromas a parte, además de atractivo, es un cirujano con unas cualidades humanas que harían a más de uno enrojecer de la vergüenza cuando hablamos mal del médico "fulanito" que te ha atendido de malas maneras.

Cuarenta minutos más tarde, lo trajeron, dormidito...y mi corazón se encogió cuando le ví la vía en su manita. Me senté junto a él. Pasados unos minutos, vino la enfermera Montse Ruiz, y suavemente, despertó a mi hijo. Montse Ruíz, tiene una mirada azul, muy dulce, tal y cómo fuimos tratados por ella, y por todo el personal en todo momento. Se despertó completamente tranquilo, y lo primero que preguntó, fue "¿ya hemos terminado?" ni desorientación, ni excitación...tranquilito y muy orientado.

Más tarde, una vez ya en casa, recibí la llamada de una tal Belén, que se interesaba por saber si había vomitado en las siguientes horas a la intervención.

Después llegaron la introducción de líquidos y sólidos. Las curas. Carlota, estuvo en contacto telefónico y vía email, guiándome.

Así que sólo puedo sentir gratitud por este equipo de personas que realizan su trabajo con los niños de una forma amorosa, dulce, impecable y sin hacerles sufrir.

Mi más sincero agradecimiento al Dr. Mayol, por "tener la mano rota" y transmitir como lo hace: tranquilidad y seguridad; a la Dra. Hidalgo, por su sentido del humor, amabilidad y dulzura; a la enfermera Montse Ruíz, por su dulzura, paciencia y atención; a Belén por el interés y amabilidad. Y a todo el personal con el que hemos tratado en todo el proceso. GRACIAS.

Y mención especial para Carlota Trinxet. Una joven que no me cabe duda, de que está haciendo para lo que vino al mundo. Siempre amable, de mirada limpia, una voz que transmite calma y optimismo. Afable y cariñosa. Con un tacto que poca gente tiene.

NOTA: La canción con la que acompaño éste escrito, tiene un significado especial para mi y para el padre de mi hijo. Disfrutamos con la versión de la película "Sister Act" dónde un adolescente, alcanza unos agudos imposibles, (en el minuto 2:31'') erizándonos la piel el día que lo oímos cantar. Además, el Gospel es un género musical que remueve parte de mis genes...y que también está en los genes de mi hijo. Y porque el día que dimos con el Dr. Mayol, y con todo su equipo, fue un "Happy Day" sin lugar a dudas.

miércoles, 8 de junio de 2011

QAMAR






Qamar significa "Luna" en urdu (dialecto considerado idioma propio de Pakistán )....y así se llamaba él.

No recuerdo la primera vez que le ví. Pero me pareció más que atractivo, que hablaba muy bien español, simpático. Morenazo, con unas pestañas que te envolvían. Sonreía a través de sus negros ojos, y te daba calor sólo con mirarte. Siempre impecable. Elegante, cuidaba su imagen hasta el mínimo detalle. Abierto, expansivo, amable. Entrar en su tienda, era una pausa que agradecía.

Tenía una cicatriz en la ceja izquierda, que le identificaba. Sus bonitos labios, enmarcaban una sonrisa blanca y franca. Reía con la misma intensidad con la que gesticulaba y se emocionaba, cuando con vehemencia, tocaba puntos que eran valores primordiales para él.

Congeniamos la primera vez que hablamos. En la calle Caballero, en el barrio de Les Corts,  hay un "pakistaní" dónde dos jóvenes, uno de 25 y otro de 23, me alegraban las mañanas. El más joven, un tibetano, que me tenía enamorada. Qamar, el mayor, un pakistaní, que en poco tiempo me contó su vida...o parte de ella. El badulaque era suyo, y trabajaba todos los días de la semana.

Llegó a Barcelona con 12 años. Tenía otro hermano. Su novia, una rubia catalana, tan abierta cómo él. Yo solía pasar a menudo, y siempre, paraba, preguntaba al tibetano si Qamar había llegado ya. Solía hacerlo a partir de las 12h, porque luego se quedaba hasta pasadas las 23h
Pasaba rato hablando con él. De religión, de viajes, de lugares, política, de mi hijo, de su novia. Le llamaba la atención mi persona, mi vida, mi trabajo. El que viaje sola. Y a mi me gustaba mucho cómo hablaba, su voz, lo bien que hablaba español, su rotundidad, su mirada, su fuerza, su energía, la vida que había en él. Integrado completamente, hablaba catalán y castellano. Personificaba la integración sin renunciar a los propios orígenes.

Me sentí orgullosa cuando me pidió consejo sobre a qué ciudad ir a pasar cuatro días con su novia. Les recomendé París. Y semanas más tarde, me enseñaba, orgulloso las casi 400 fotos de su estancia en la ciudad de la luz y del amor.

Pero supongo que nunca lo sabemos todo de los demás. Y es probable, que Qamar tuviera algún lado oscuro....como la luna.
Pero lo dudo tanto...antes creo que se cometió un error, que le costó la vida.

El 23 de mayo, a las 13:30h (momento en que el tibetano comía en la trastienda, como cada día, y momento en el que yo hubiera podido estar allí hablando con él, como tantísimas otras veces...) un encapuchado, entró en el local, y sin mediar palabra, le disparó a la cabeza. Unos segundos interminables, y 4 disparos más. El asesino, salió corriendo...

Y así, 5 balas, le arrancaron la vida al pakistaní más buena gente que he conocido nunca.

No daba crédito a la noticia. De hecho, no lo relacioné de entrada. Lo pude confirmar ayer. Y allí, en el badulaque, donde tantas veces charlamos, reímos...lloré frente a su tío, un desconocido, que pudo comprobar una muestra más de lo querido que era su sobrino en la calle, en el barrio. Mientras mi cerebro asimilaba que efectivamente se trataba de él, mis ojos se quedaron clavados en una postal de Santa Sofía (Estambul) que él mismo, enganchó a la pared, cerca de la caja registradora. Aquélla foto, fue el pretexto para una de nuestras primeras conversaciones. Yo había estado recientemente en Turquía, y le daba mi opinión sobre lo que había visto... La miraba sin verla. Lloraba. Y me daba igual mi uniforme, su tío, un señor que no me conocía de nada. Me daba igual todo. Habían matado a Qamar. Cuatro palabras.

Parecía una película. De repente sentí que estamos en un mundo sin ley...por mucho que se empecinen políticos y organismos.

Recuerdo la última vez que lo vi. Iba muy, muy guapo, llevaba una camisa de color marrón oscuro, con una rayas verticales, de color café con leche, olía muy bien, y una llamada a su móvil nos interrumpió. Con un gesto, me dijo, que me esperase un momento....pero le dije, que me pasaba más tarde...no lo hice, pero por nada en especial. Pensé que ya lo vería al día siguiente.

Hace poco, me explicaron que hay unos indios, cuya parte de su filosofía, consiste en ir cerrando círculos. Que al despedirnos de alguien, lo hagamos como si fuese la última vez...porque no sabemos si volveremos a ver a ésa persona.

Hoy, volviendo del trabajo, en el autobús, lloraba, mientras miraba por la ventana...él se colaba en mis pensamientos. Su risa, cómo me hablaba de su novia, cómo me preguntaba por qué yo no tenía novio. Me preguntaba por mi hijo, dónde iba este verano. Siempre, siempre sonreía. Optimista y vital...

Tenía 25 años, sueños, proyectos, toda la vida por delante. Y sabía cómo se llamaba mi hijo.

Gracias por lo compartido...Hasta siempre Qamar.

NOTA: Al día siguiente de escribir esto, me acerqué al badulaque con mi pequeño, y compré un clavel rosa pálido. Se lo entregué en mano a su tío, mientras lloraba. Mi hijo, que en dos meses cumplirá 4 años,  me preguntó por qué lloraba "Me estoy despidiendo de un amigo..." Y siento que he podido cerrar el círculo con él.