jueves, 28 de julio de 2011

MALA, MALÍSIMA



BACK TO BLACK "Amy Winehouse"

Normalmente, los cambios no se producen de forma abrupta. Más bien raras veces. La transformación se gesta de forma lenta. Como cuando se vierte pintura sobre una mesa...el líquido pastoso se va esparciendo despacio pero sin pausa.

En el fondo, las personas, no somos plenamente conscientes de las consecuencias de nuestros actos. Y desde luego, lo que escapa a nuestro control, es el efecto dominó que puede generar uno solo de nuestros movimientos.

Se dice, que quién menos nota un cambio, es quién lo vive. Como cuando una mujer se maquilla, al ir aplicándose los diferentes productos, no aprecia el resultado final, igual que la primera persona que la mira una vez acabada la fase de "restauración"

La Historia está repleta de cerebros y almas, que pasaron a la posteridad con grandes frases. Axiomas que hablan sobre amor, egoísmo, la grandeza y bajeza a la que puede llegar el Ser Humano.

Todos sabemos que la verdadera belleza está en el interior, que lo exterior es sólo un envoltorio. O al menos, debería ser así. Aunque también sabemos, que la paradoja es inherente a la especie humana...

Pero el otro día, descubrí una frase, navegando por facebook, que encierra una gran verdad.

"No hay peor cobardía, que la de una persona que enamora a otra sin la intención de amarla"

Mientras buscamos el amor, somos "buenos" porque se supone que es lo que hacen todas las personas que no están emparejadas; buscar su "otra mitad" Unos lo buscarán más activamente, pero todos lo buscamos. O casi todos. Es lo políticamente correcto. Otra posibilidad, es auto engañarnos, y vender la película de que "estoy muy bien como estoy"

Pero, y ahora escribo con una sonrisa entre de "mala, malísima" y socarrona: se puede llegar a no querer enamorarse. Como me dijeron hace muy poquitos días, en una conversación "se enamora quién quiere"

No ha sido una decisión de ahora. Como decía al principio, en algún momento se gestó en mi la sensación, y fue creciendo como un feto.

Voy a ser mala, malísima. ¿Por qué? Si no eres capaz de responder a ésta pregunta...vuelve a leer la entrada ;-) o envíame un email.

NOTA: La cancíón escogida para escribir esta entrada, no es casualidad (como siempre)



sábado, 23 de julio de 2011

EL BANQUERO MÍSTICO



Esta no es una historia con un "despertar" no hay final feliz. Lo que sí hay, es una advertencia. A veces vamos tan rápido, que podemos pasar de largo del destino. Podemos gritar tanto, que nuestras palabras queden distorsionadas y no se nos entienda.

No puedo explicar una historia, relatando el antes y el después de forma simultanea, como si de una película se tratara, aunque sería lo suyo. Pero puedo empezar por el principio.

Había una vez un banquero, cuya anodina vida, transcurría entre su trabajo, su novia, el gato de ésta, y su bonito piso a las afueras de la ciudad. Vivía en el mismo orden y sujeto a la misma perfección que los números que hacía cuadrar cada día.
Era pulcro, meticuloso y metódico. Tenía 39 años, una dentadura perfecta, cuidaba su alimentación, hacía deporte, y los fines de semana iba al cine y le echaba un polv... hacía el amor a su novia, sin apenas despeinar su bonito pelo plateado, que peinaba siempre con la raya al lado. Una vida ideal.

Cuando cumplió 40 años, su novia, le regaló un viaje organizado a un país africano (no recuerdo cuál) Así que preparó su mochila, y se marchó a la GRAN AVENTURA de su vida. Para él, viajar con mochila, y ponerse vacunas, ya era toda una aventura.

Pero, lo importante, no es lo que le impactó el continente negro, los animales que vio, ni tan siquiera el choque de culturas. Lo importante, es que el banquero, allí sufrió un accidente de coche que le obligó a volver a España. Y desde entonces, su vida empezó a cambiar.

Empezó a darse cuenta de cosas. A valorar, a apreciar, a despertar. Ya no quiso volver a ver el mundo con la misma mirada de "antes"  Hasta ése momento, había vivido su vida como si no le perteneciera, como un espectador.
Lo único que conservó, fue su trabajo y su piso. Se deshizo de su novia, del gato, de uno de los dos coches, de la señora de la limpieza.

Se matriculó en los estudios que siempre había querido, e incluso se compró una Harley.

Quiso vivir la vida como si sólo tuviera una (sí, has leído bien, sé lo que he escrito)

Pasó a la acción, tomó las riendas, pero a la vez, se soltó. Se entregó a lo que le trajese el destino. Inició una etapa en la que observaba y se dejaba fluir. Empezó a estar más abierto a todo. A decir que "sí" a lo que se le propusiera, a romper la rutina.

Pero no pasó de ahí. Lamentablemente.

Su misticismo, lo llevó a ser espectador; a parapetarse en el papel de "aquí me las den todas, que yo no voy a mover ficha" "Lo que tenga que ser, será"

No oponía resistencia a nada, no se resistía a lo que llegaba...tampoco a lo que se iba.

Y así, pasó de ser un espectador dormido, a un espectador despierto. Una especie de autismo, que lo mantenía sometido a la esclavitud de una rutina. Antes anestesiado; ahora no.

Y él no fue consciente de ello nunca. Creyó despertar, pero seguía soñando. Soñó que despertaba....pero formaba parte del sueño. Lanzaba mensajes cargados de profundidad; preñados de misticismo. Pero eran palabras vacías porque él no les imprimía el espíritu de quién ha hecho suyo el mensaje que llevan.

Le conocí en una sala de espera. Aunque no era muy alto, era atractivo. Con una sonrisa que parecía decirte "voy a hacerte el amor en cuanto me devuelvas la sonrisa" pero sólo era eso: "lo que parece" nada más.

Él nunca iba más allá.

lunes, 4 de julio de 2011

AMOR ETEREO



"Hymn to the Sea" James Horner


En La Tierra Media, al inicio de la Tercera Edad del Sol y cuando los Días Antiguos eran ya historia, existió el reino de Doriath, habitado por la raza de los Elfos

Galadriel, una elfa, también conocida como La Dama Blanca, llegó formando parte del grupo exiliado desde Aman a La Tierra Media. Aquí conoció a Celeborn, con quién se casaría y junto a quién gobernaría el bosque Lóthlorien

Pero antes, mucho antes, Galadriel, se enamoró de uno de los espíritus Maia. Gandalf. Un espíritu inmortal, un mago que se debía a la magía, como un hechicero a sus dioses. Una historia de amor inconclusa y casi etérea, ya que nunca llegaron a manifestarse el uno al otro lo que sentían.

Eran tiempos en los que la Tierra la poblaban seres inmortales, llenos de luz, pero también entes oscuros, que vivían en la sombra, aguardando el retorno al mundo de las tinieblas.
Sin embargo, los protagonistas de esta historia, eran pura luz, y a ambos aguardaba un destino plagado de obstáculos, dolor, aventuras...y de amor. Y que en cualquier caso, les haría más fuertes, colocándoles en el lugar que debían ocupar. Y la vida, como el curso de un río, les llevaría al lugar que debían ocupar para desempeñar el papel asignado antes de nacer. La primera elección que aprendieron, es que nada es fruto del azar. Que en algún lugar más allá del mundo que conocían, un lugar al que muy pocos tenían acceso, estaba escrito el destino de vida de todos ellos.

Galadriel no tenía ninguna relevancia en el poblado, aunque su presencia era fuerte y frágil a la vez. Algunos elfos, la llamaban "el diamante" porque ella podía devolver toda la luz que hay en otros, si te atrevías a mirarla directamente a los ojos con el corazón tranquilo.
Sus días transcurrían entre la formación para reinar, perfeccionando los dones sobrenaturales con los que había sido dotada, y aprendiendo a controlar la energía que desprendía su ser, ya que de lo contrarío, podía acabar con toda forma de vida sólo manifestando un sentimiento impuro.

Y Gandalf...él era tan sólo un aprendiz de mago. Un espíritu que tropezaba y se levantaba, cada vez más fuerte. Siempre silencioso. Pasaba la mayor parte del tiempo entre las Dunas del Desierto Azul, y las montañas de agua marina.

A veces, cuando los elfos se reunían con motivo de alguna celebración o ritual, lo hacían en La Llanura Eterna, un lugar dónde el tiempo se detenía. Los vientos, las lluvias y demás fenómenos de la naturaleza respetaban y mimaban, para que todas las formas de vida que allí habitaban, fueran eternamente bellas, imperecederas.

Y así, los pocos encuentros entre ambos, fueron sin tiempo. En aquélla, se encontraban y cada vez, se veían diferentes.

Sus vidas, transcurrieron próximas durante unos años. Pero cuando Gandalf estuvo preparado para iniciar la etapa final en su aprendizaje, partió con la Orden de Los Istari, hacia Los Puertos Grises, para culminar su preparación.

Galadriel prosiguió su camino y evolucionó como elfa, adquiriendo las virtudes que la capacitarían para gobernar y reinar, en la bondad y ecuanimidad, como principales y personales consignas.

Pasaron años, y volvieron a reencontrarse. Galadriel, gobernaba el bosque de Lóthlorien, y Gandalf, era el más sabio y poderoso de los magos de todos los tiempos.

La reina de Lóthlorien, envió un ejército de estrellas fugaces, que se dispersaron por todo el continente. Viajaron sin descanso, hasta que hallaron al mago. Y así, ella le encontró a él.

La noche había caído, y a la luz de la Luna, Galadriel se sentaba al borde del lago La Plata, en una roca de dimensiones colosales. No tuvo necesidad de girarse. Supo que él estaba allí...aunque no de cuerpo presente.
Gandalf, entre sus muchos dones, podía ocupar el espacio como cuerpo sutil. Y fue desde ése estado, en el que pudo acariciar a Galadriel. Hizo que su caricia fuera percibida por ella como una cálida brisa.

Lentamente, Gandalf cobró forma humana, y apareció sentado junto a ella. No se miraron. No se tocaron. Acompasaron su respiración. Y por primera vez, se miraron a centímetros el uno del otro.

No hizo falta hablar. Ambos sabían que aquél encuentro era un paréntesis en sus inmortales vidas, y que no permanecerían juntos. Gandalf creó una visión de sus respectivas vidas futuras. Galadriel pudo ver como reinaría junto al que sería pronto su marido. Y Gandalf le mostró el papel que en breve desempeñaría en la Guerra del Anillo conocido ya como Gandalf El Gris.

Era el final de algo que ni tan siquiera había comenzado...Caminos paralelos, pero jamás entrelazados.

Y Gandalf se marchó como había llegado, en una cálida brisa, llevándose consigo el aroma de Galadriel a madera, musgo y luz de estrellas.

Galadriel, se dejó llevar, y por una vez, dejó que su parte humana, desbordara su ser élfico...y las lágrimas afloraron. Lágrimas por saber que había existido, que había sido real... Pero aquéllas lágrimas, frías como gotas de cristal, no se llevaron parte de la esencia del mago, que desde siempre había permanecido junto a ella.

Dos seres inmortales, que tenían toda la eternidad para saber que hubiera podido ser y no fue.

Inspirado en la trilogía "El Señor de los Anillos" J.R. R.Tolkien